Un verano de trabajo entre balcones y hornillos Nvos. Artículos/39

Por la ventana, mientras trabajo en la computadora miro de reojo las plantas. La lluvia de la noche extrajo aromas que estaban ocultos, el vapor que surge de sus hojas mojadas junto al calor nos habla de los efectos de la destilación.

Aunque trabajé y viví en lugares con terreno y patio nunca lo hice con las plantas tan cerca como en este lugar. Ellas juntas en un balcón de ciudad conversan con los yuyos que crecen en sus mismas macetas cuando ellas les dan permiso por supuesto. También dialogan con los hornillos y se dejan acariciar suavemente por los visitantes.

El viento trae una mezcla de mentas y romero que se entrecruzan con los aromas del hornillo que aún apagado de la noche anterior sigue volcando al aire un muy sutil aroma de albahaca. Esto nos enseña el gran poder concentrado en los aceites esenciales, son muchas plantas en cada gota y dejan su sutil sello cuando se los usa con asiduidad. En el balcón hay dos tipos diferentes de mentas y ambas están estupendas pero, a corto plazo no pueden competir con el hornillo, son muchas más las albahacas que las mentas aunque estén en gotitas.

Cuando alguien trae una vela aromática con aromas químicos demasiado fuertes. Estos anulan por un momento toda nuestra capacidad de detectar, los aromas de diseño adormecen nuestra percepción la embotan. Aún así, eso no es eterno el olfato descansa, se duerme se marea pero aún existe. La capacidad de detectar sutilmente y dejarse influir, conversar con los aromas como con una planta está casi siempre presente en todos. El olfato que era nuestra gran crónica matutina al salir de las cuevas en la prehistoria sigue estando allí para que pintemos con aromas paisajes de leyenda. El aceite esencial, una de las grandes medicinas de la antigüedad tanto física como emocional y mental poco a poco va abriendo nuestra percepción recreando sutileza y sensualidad aún en la búsqueda de la armonía y la salud.

María I

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